viernes, 2 de noviembre de 2007

Festival Internacional de Cine de Guadalajara

En Guadalajara fue...
Publicada en la Revista Replicante

El XX Festival Internacional de Cine en Guadalajara trajo en marzo pasado a uno de los directores más polémicos de Estados Unidos, John Waters, que presentó en la inauguración su última cinta A dirty shame, de la cual huyeron presurosos varios funcionarios, cineastas y artistas mexicanos (incluyendo a los pesados José María Yazpik y Arcelia Ramírez). Como parte de la programación se proyectó la famosa Pink Flamingos, con mayor suerte entre el público.

Una de las cintas más destacadas del festival fue Moolaade, del senegalés Ousmane Sembene, presentada por la protagonista de la Comedia sexual de una noche de verano, Mia Farrow, quien es representante de la Fundación por los Niños del Planeta. La película narra la vida y las costumbres de una comunidad senegalesa que, de acuerdo con su religión, celebran una “purificación femenina” que se basa en la mutilación del clítoris de las niñas, una práctica que causa cada año la muerte de cientos de ellas.

Moolade se pronuncia por cambiar estas costumbres arraigadas en una región donde las mujeres no tienen derechos, donde a la férrea sociedad patriarcal no le importan las opiniones de las mujeres y donde éstas ni siquiera pueden poseer radios, considerados portadores de mensajes “subversivos”.
Del Uruguay llegó Whisky, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, la historia de dos hermanos judíos, ya adultos, de los cuales el menor está demasiado allegado a su madre y se encarga de cuidarla hasta su muerte, olvidándose de su propia vida. El mayor es un judío errante que huye de sus responsabilidades. Cuando muere la madre los hermanos se reúnen, y el mayor finge una vida plena, pidiendo a una de sus empleadas que se haga pasar por su esposa. La reunión de los hermanos y de la falsa esposa crea una situación embarazosa que obliga a romper con costumbres a las que se habían aferrado ciegamente.

Memoria del saqueo, del argentino Fernando Solanas, tiene elocuentes imágenes y entrevistas que pintan un fresco que cubre la prolongada crisis argentina desde los años setenta a la fecha, causada por la corrupción de políticos y militares argentinos y la voracidad y falta de regulación de las empresas transnacionales. Lo malo de este documental es el barato discurso izquierdista del director, que a toda costa quiere ver en las últimas imágenes “la primera victoria del pueblo argentino contra la globalización”.

Estas películas y otras más (Hasta que la muerte los separe, de Alex Volovich, y Relatos desde el encierro, de Guadalupe Miranda, ya comentadas en la edición anterior de Replicante) fueron los aciertos de un festival que más bien parecía diseñado para la elite de la sociedad mexicana, con alfombra roja y glamour impostado, una clausura llena de errores, chafísima escenografía y diálogos y bromas carentes de sentido. Una pésima imitación de la entrega de los Óscares pero en región cuatro.
Sólo despues del desastre podremos resucitar

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