jueves, 15 de noviembre de 2007

Silencio

Adiós silencio; hola ruido.
Publicado en Revista Marvin

Fade Out

Qué irónico es saber que el individuo ya no es. Fue, se modifica y se transforma. Es inducido a redimensionar el mundo aunque éste sea superficial y fútil bajo una racionalización que subordina y anula al sujeto. Esto es civilización. Abandonar y renunciar para una nueva realidad cambiando el silencio y la tranquilidad por las crisis y el ruido.

Hoy el desencanto del mundo está en encontrar nuevas cosas, tener alguna adicción, ser fanático de algo, buscar eso que nos mantenga ocupados y que no nos permita pensar ni imaginar, que ciegue la realidad en la que estamos y consuma nuestra mente. La música, el volumen del televisor, el tráfico, autos con pantallas integradas, los gritos de la gente que nos mantienen abstraídos, nos dan lo que necesitamos y somos adictos a la histeria, al ruido. Pero por qué. Simplemente para consumir nuestros pensamientos, ahogarlos, mantenernos distraídos.

Le decimos adiós al silencio y a la tranquilidad por la necesidad de mantener ocupada nuestra atención. Somos adictos al ruido, a la música, a la distracción, tratamos de estar siempre abstraídos. Le tememos a la calma, a la concentración y al silencio porque así no podemos sentirnos seres indefensos.

La gente necesita que su televisión, su radio o el estereo estén encendidos a todas horas. Sentimos nuestras paredes vibrar por las mañanas, escuchamos gente gritando por sus celulares, vemos autos pasar con el equipo de sonido mas fuerte que una sirena de ambulancia, todo mundo alza la voz mientras nosotros escuchamos nuestra canción favorita al máximo y competimos con nuestros vecinos.

Aumentamos el volumen para tapar la música del vecino y los demás le suben para tapar la nuestra, es una batalla, es la guerra armamentista del sonido, estereos más grandes, home theaters, bocinas con más potencia, en donde los agudos no ganan. No se trata de calidad sino de volumen. No se trata de música sino de ganar. Es una cuestión de poder.

El ruido consume nuestros pensamientos. Los sonidos nos distraen y concentrarse es imposible. Siempre hay algo royendo nuestra mente, cantantes gritando, teléfonos sonando, motores arrancando, vecinos gritando, televisiones encendidas, esta es nuestra nueva realidad. La que nos marchita la imaginación porque en el momento en el que creemos pensar algo, aparece un ruido que hace que olvidemos aquello que habíamos pensado.

Fascismo, moda y tecnología.

El poder de la tecnología conquista a la sociedad a través de crear una necesidad compulsiva, enajenada de sí misma. La exigencia de vivir con gadgets, de ser por medio de estos, de seguir las modas, de crear una apariencia que nos haga creer que somos únicos e individuales. Aceptamos ciegamente los patrones que los medios nos presentan como modos de ser. Pero que ya no exigen que la imaginación actué.

La rapidez con que la tecnología avanza nos obliga a sustituir una cosa por otra, del walkman al reproductor de mp3, de la cámara fotográfica a la digital, de las agendas al palm pilot, y cada vez somos más dependientes de ellos. Hemos modificado nuestro comportamiento, necesitamos hablar por celular, ir al cine y exigir el nivel de volumen más alto, bajamos de la red podcasts, cargamos música en nuestros ipods y no salimos de casa sin él. Esto es una revolución y es nuestra forma de reinventar el mundo.

El conjunto de los medios, comenzando por la televisión, nos marcan pautas de comportamiento. Ella marca el tono, determina la importancia de las novedades, las modas, fija los temas de actualidad, estandariza al mundo, pero pronto será sustituida. Las ventas de los reproductores de mp3 están creciendo cada vez más. Ahora es posible cargar videos musicales, películas, audio libros, trailers, pornografía, noticieros. Es tan cómodo por su tamaño que puede ser llevado a cualquier lado. Ya no nos sentaremos con la familia, con los amigos o con la novia a ver la televisión. Para qué, ya no tiene caso si vivimos en la era del individualismo más puro y de la búsqueda de la buena vida, limitada solamente por la exigencia de la tolerancia.

Y todo esta en nuestra contra, la compañía Levi´s, presento su nueva línea de pantalones que cuenta con un adaptador para colocar ipods de manera más cómoda, los celulares ya cuentan con bocinas especiales para escuchar música sin usar audífonos, las palms reciben videos, a los esterereos ya les puedes adaptar tus reproductores de mp3, los formatos digitales cada vez son más complejos y comprimen más la música para tener un mayor numero de canciones.

Pero qué hay de aquel sonido que no percibimos concientemente, el hipersonido, creado por una compañía japonesa, que consiste en lanzar impulsos sonoros a nuestra mente percibiéndolo inconscientemente. Esta empresa implantó en las maquinas de refresco de cola el sonido que hace una lata al ser destapada (psst) y el sonido que se escucha cuando el liquido se vacía en un vaso con hielos, de manera que cuando una persona camina frente a la máquina el impulso es lanzado y así, al manipular nuestros deseos, provocar su consumo.

El fascismo creía que pensar era una forma de castración, por eso la cultura era sospechosa en la medida en que se le identificaba con actitudes críticas. Por ejemplo, los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico.

Somos una sociedad que vive bajo un régimen fascista. Nos adaptamos fácilmente a lo que nos dan, creemos en la mayoría de las cosas, nos dejamos llevar por lo que nos dicen los locutores, por lo que leemos en las revistas, por lo que oímos en la radio. Aceptamos las imágenes y las modas, consumismos la música, compramos aparatos para estar ocupados y no pensar, razonar, criticar, imaginar, juzgar. Nuestra soberanía es planteada, codificada y efectiva en cuanto a lo que creemos mediante el ruido.

Fade in

No hay escapatoria personal, nuestra atención siempre estará ocupada y seremos fanáticos del ruido, adictos a la música, a las distracciones, a la televisión, consumiremos esos fetiches que nos liberen de pensamiento, porque nuestra fobia al silencio, a la calma, a la concentración será escondida de manera que nuestra infelicidad pueda suavizarse o esconderse.


Modificamos nuestro comportamiento, revisamos nuestro celular cada diez minutos para ver si no ha sonado preocupados porque nadie ha llamado, llegamos a cualquier lugar y redactamos un mensaje, salimos de viaje y cargamos el ipod, adaptamos televisiones o consolas de videojuegos a los asientos traseros de nuestros autos para mantener ocupados a nuestros hijos y así no tener que hablar con ellos, cargamos tonos estrambóticos a los teléfonos con el fin de ser mejor ante otro.

El individuo se refugia en el YO, en sí mismo, su identidad, su mismidad, se transfigura, no puede hacer nada, sólo ajustarse, adaptarse, estar satisfecho de sí mismo, no hay guerra ni causa por la cual luchar porque somos una sociedad fragmentada y antagonista que busca su propio espacio y lugar sin mirar atrás porque el ruido es tu lugar favorito de desaparición.

Es tanta nuestra igualdad, que nuestros gustos son generacionales, la música es la misma para todos, la canción favorita de tu vecino lo fue alguna vez para ti, las fiestas son idénticas, deseas lo mismo. Porque nuestra imaginación se marchitó, no sabemos que querer sin antes verlo, no sabemos que oír sin que antes alguien nos diga qué es bueno, prefieres esperar que otro te diga qué hacer a conocerlo por ti mismo y todo esto será por el ruido.

Ya no viviremos asustados, no tenemos porque hacerlo. Iremos al cine, conciertos, conduciremos y escucharemos la radio. Estos son los efectos liberadores del pensamiento, el silencio ya no existirá y si existe nos volverá locos. El ruido anula al individuo y necesitamos no existir. El ser humano no sabe cómo lidiar consigo mismo. Por eso preferimos no hacerlo y evitar todo lo que nos incomode y nos provoque encontrarnos a nosotros mismos

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